Todos conocemos algún caso de un familiar, amigo o conocido que desvió su camino y no tomó las mejores decisiones en su vida, vivimos en un país rodeado de prejuicios y con creencias absurdas sobre lo que define a una persona y creemos que todo terminará de una mala manera o con una tragedia de por medio y nada ni nadie lo puede cambiar, pero no siempre tiene que terminar así. Ignacio “Nacho” Pérez Toledo es todo un ejemplo para la pequeña comunidad de la colonia Progreso en la ciudad de Monterrey, es conocido por cargar con su famosa bocina a todas partes y vender sus deliciosos elotes que le alegran el día a más de uno, pero no siempre fue el amigable “señor de los elotes”.
Don Nacho accedió a la entrevista en su casa ubicada en la calle de Pedro María Anaya, era un lugar muy pequeño pero muy bien cuidado y acogedor que denotaba su personalidad responsable. Posee una complexión delgada, tez morena y el cabello canoso y corto, caminando encorvado y con su característico sombrero de palma me invitó a pasar a su casa y tomar asiento. “¿Gustas un vaso de agua?”, me preguntó con un tono de voz grave y fuerte que contrastaba bastante con su imagen de estatura mediana y sus lentes sostenidos por su ancha nariz que no hacían más que agrandar sus ojos color marrón oscuro, llevaba puesta una camisa sin mangas color azul, unos pantalones de mezclilla viejos y unas chanclas tipo playeras, una vestimenta muy normal para un día tan caluroso como ese.
Ignacio es una persona trabajadora, amable, platicadora y muy alegre con todos, por lo general no tiene problemas con nadie y es bastante querido por muchos de los habitantes en esta zona de la ciudad. Todos los días desde hace más de 15 años se dispone a vender sus famosos elotes en su colonia y lugares aledaños con su característico puesto ambulante sobre ruedas y su clásica bocina pequeña pero potente que son una señal de identificación para la hora del antojo vespertino. Los vecinos siempre hablan maravillas sobre su persona, podría decirse que es todo un personaje o celebridad en la localidad donde vende sus snacks, sin embargo esto no siempre fue así, ya que el mismo señor Toledo contó más sobre su difícil pasado.
Don Nacho nació el 14 de julio de 1957 en la ciudad de Monterrey, misma que lo ha visto crecer y pasar por varias etapas a lo largo de su vida, creció en la colonia Mitras y formó parte de una familia humilde conformada por sus padres y 2 hermanos, teniendo el papel del hermano del medio, su hermano mayor Héctor falleció muy joven a causa de una enfermedad del corazón y su hermana menor se desentendió de la familia durante muchos años apenas cumplió la mayoría de edad. La vida de Ignacio cambio con la muerte de su hermano a quien veía con mucha admiración, apenas tenía 16 años y toda una vida por delante, este deceso solo provocó más problemas y fracturas en una familia que ya venía cargando con varios problemas económicos. “Fue muy difícil para mí, de por sí nunca tuve el apoyo de mis padres y la muerte de mi hermano nomás hizo que me sintiera peor”, sus ojos aún mostraban esa gran tristeza que Don Nacho expresaba con sus palabras mientras que el breve pero profundo silencio era interrumpido por el ruido del abanico ubicado en la esquina del cuarto.
Tras una infancia complicada económicamente hablando y sin la posibilidad de continuar sus estudios Ignacio comenzó a involucrarse con malas personas de su localidad que solo se dedicaban a vandalizar e incluso a delinquir, las malas influencias solo hicieron que comenzara a convertirse en una persona agresiva, con problemas de alcoholismo y drogadicción e incluso con una tendencias ludópatas. “No sabía que hacer, me sentía muy solo y necesitaba de unas cervezas y la baraja para poder estar bien”, expresó con una seriedad firme en sus palabras. A los 23 años Ignacio sufrió un colapso que casi termina con su vida, afortunadamente para él un viejo amigo de la infancia lo convenció de dejar de lado ese estilo de vida que al final no lo llevaría a nada nuevo y con el apoyo tanto de profesionales como de sus verdaderos amigos pudo empezar a cambiar su vida, destacó que no fue para nada fácil y que estuvo a punto de sufrir varias recaídas, pero al final todo valió la pena cuando conoció a su futura esposa Doña Tere. “A mi esposa yo la conocí en el tiempo donde estaba cambiando las cosas que hacía, me apoyo mucho y le agradezco a mi Dios que me la haya mandado en ese momento” dijo don Ignacio con una leve y sincera sonrisa en su rostro.
Desde ese momento la vida de Don Nacho comenzó a tomar un rumbo distinto, se mudó a la colonia en donde actualmente reside, tuvo múltiples trabajos debido a su limitada escolaridad, pero todos y cada uno de ellos le aportaron experiencias únicas que le ayudaron a mejorar en el futuro, “Trabaje de todo, panadero, bolero, en fábricas, vendiendo de periódicos, en tiendas y hasta de ayudante de albañil, pero no me pesa decirlo, todo era para que mi hijo pudiera tener una educación”, decía mientras observaba una vieja fotografía de su hijo colgada en la pared detrás de mí. Me contó algunas anécdotas sobre la época en donde no tenía trabajo fijo e incluso me dijo que en uno de sus trabajos conoció a Don Horacio Alvarado Ortíz, famoso presentador de un programa de la época, “Lo conocí un día que iba para impermeabilizar una casa, no sé si era suya o era un vecino, pero nos saludó muy amablemente y hasta nos tomamos un refresco con él, lo malo que no hay foto”.
Ignacio nos cuenta que decidió vender elotes para poder cubrir los gastos del hogar, ya que en ese momento se encontraba sin empleo y además cada vez se veía más limitado físicamente para poder realizar cualquier otro trabajo convencional, empezó haciéndolo solo los fines de semana mientras encontraba un trabajo estable, pero terminó desempeñando esta función durante los próximos 15 años. “Me gusta mucho vender mis elotes, agradezco que la gente me siga comprando sobre todo en estos tiempos tan difíciles”, lo decía con un tono de voz alegre y con una sonrisa que dejaba ver sus pocos y desgastados dientes.
Actualmente Don Ignacio es una persona muy querida en la comunidad, todos los que vivimos en esta parte de la ciudad hemos probado alguno de sus elotes por lo menos en una ocasión o lo hemos visto pasar en su bicicleta, con una camisa antigua de su equipo favorito los Rayados del Monterrey y con su bocina a todo volumen saludando a todas las personas que se encuentre por el camino. Don Nacho invita a los jóvenes que estén pasando por una situación similar a la suya a no llevar un estilo de vida como lo hizo él, ya que en sus palabras “El alcohol y las drogas no deja nada bueno, se los dice alguien que ya paso por ahí, platiquen con sus familias, sus amigos o alguien de confianza y van a ver que todo va a mejorar”, expresó el señor de 63 años mientras se levantaba de su silla.
Sin duda alguna este es tan solo uno de los tantos casos de éxito en donde un individuo puede rectificar el rumbo de su vida y ser buen un ejemplo para las futuras generaciones de su localidad, debemos dejar del lado el estigma de que una persona no puede cambiar y que por ciertos errores cometidos está destinado al fracaso económico, moral o personal para ver que existen casos así en todos los rincones del país. Afortunadamente Don Nacho y su esposa gozan de buena salud y una estabilidad económica en la actualidad además de ser muy queridos por la gente que les compra frecuentemente y que han tenido la oportunidad de interactuar con ellos en algún momento.
David Armendariz