¿Quieres visitar un lugar donde puedas contemplar la caída del agua sobre una cascada que transmita paz, donde puedas admirar la naturaleza a su máximo esplendor, donde puedas disfrutar un momento entrañable con tu familia? Tales fenómenos ocurren en la Cola de Caballo en Santiago, Nuevo León y a continuación, te platicaré mi experiencia.

La semana pasada, un jueves por la noche, no me la pasaba muy bien que digamos y sucedió algo inesperado. El sábado, recibí un mensaje de parte de mis amigos foráneos: Felisa, Giovanna, Marian, Rafael y Leonardo, para invitarme a conocer la Cola de caballo después realizamos nuestra reservación a través del portal Nuevo León travel y cada uno pagó $40 pesos de entrada.

Luego de aproximadamente una hora de camino llegamos a la Cola de caballo. Realmente fue difícil entrar porque el estacionamiento se encontraba lleno de carros, había gente por delante de nosotros, pero después de unos minutos logramos acceder.

En el estacionamiento entre juegos y risas, el ocurrente Rafael nos contaba sus anécdotas de la vida. De hecho, todavía puedo sentir el dolor de aquel golpe que sufrí por hacer una interpretación de escena de Rafael, pero fue divertido.     

Al medio día empezamos con nuestro recorrido. Al entrar nos encontramos con puestos de artesanías, sombreros, camisas del recuerdo. Del otro costado, vimos carretas de caballos para personas que se les dificulta caminar mucho y necesitan subir a conocer la cascada.

El hermoso lugar turístico tiene una interesante historia que lo precede, respecto al nombre “Cola de Caballo”. Para explicarnos la historia del lugar, el Lic. Eulogio Montalvo Salas, historiador de Santiago Nuevo León, nos platicó que fue bautizada en el siglo XIX por Don Valentín Rivero, fundador de la Fábrica de Hilados y Tejidos El Porvenir, en la comunidad de El Cercado. Él nos dijo:” Siendo español este personaje platicaba que, en Huesca, cerca de donde él nació había otra cascada muy parecida a ésta, que se llamaba Cola de Caballo.” Desde entonces, aproximadamente en 1870, así le comenzaron a llamar también a ésta.

Después de una pequeña introducción de la historia de las cascadas, nos dio mucha hambre. Afortunadamente, poco después de la entrada principal había unos puestos de comida, compramos unos hotdogs, papas, sodas y montamos un pequeño picnic en las mesas que se encontraban en la zona ecológica.

Terminamos de comer y continuamos caminando. Entre mariposas, abejas, flores e íbamos disfrutando ese día. Estaba el viento súper fuerte, el sol estaba tan potente que se traspasaba entre las pequeñas cascaditas.

Montalvo Salas nos dio una cálida bienvenida comenzando con darnos una breve explicación de cómo fue que este lugar tan emblemático, “La Cola del Caballo” desde 1917, mismo año que se promulgó la Constitución, empezó a ser turístico:

“En 1917 se abrió al turismo este sitio sin cobro, después, entre 1935 y 1940 comenzaron a cobrar una módica cuota a los visitantes foráneos en automóviles o camionetas. Los caminantes no pagaban ni a los originarios o residentes del municipio”, explicó.

Vaya la sorpresa que nos llevamos al descubrir todos los años que La Cola del Caballo ha sido lugar de turismo y asombro tanto para gente foránea como para residentes de este mismo municipio.

Los paisajes que estábamos contemplando, no siempre fueron conocidos de esta manera, ya que a finales del siglo XVI ya estaba ubicada por los fundadores y pobladores del municipio, solo que era conocida como “Cañón de los Lampazos”:

“Este lugar, para fines del siglo XVI, ya se mencionaba en los documentos como “Cañón de los Lampazos” sin lugar a dudas, bautizado así por la gente que Luis Carvajal y de la Cueva, envió a fundar la ciudad de San Luis en 1582. El Caquica Huajuco y su gente, tuvieron su refugio en estos lugares, donde nace el Ojo de Agua Los Lampazos que al correr unos 800 o 900 metros hace una caída de más de 25 metros de altura”, nos platicaba el historiador.

Aunque este lugar ya estaba en el mapa y muchos locales lo reconocían no habían sido descubiertas sino hasta el siglo XVII fue reconocido como un paisaje magnífico según nos cuenta el licenciado:

“Desde el siglo XVII, el indio Huajuco tenía su guarida y mirador cerca de ahí; ya en el siglo XVIII, se empieza a poblar lo que ahora es la comunidad de La Cieneguilla y adoptaron este lugar como «La caída grande”, para diferenciarse de otras caídas cercanas, pero más pequeñas”.

Es claro que este lugar está lleno de mucha historia recopilada desde hace varios años, juntando visitas de muchos turistas de todo el mundo. Montalvo nos contó que en promedio 450,000 personas por año, casi medio millón visitan La Cola del Caballo para apreciar las maravillas de la naturaleza que este lugar tiene para ofrecer.

La caída del agua que asemeja una cola de caballo es lo que atrae a tanta gente y es lo más emblemático del lugar, combinado con los bellos árboles distribuidos por todo el paisaje y un clima, que, a opinión del historiador, es inigualable; dando como resultado una experiencia única e inolvidable.

Eulogio Montalvo es un fiel defensor del medio ambiente. Él nos dijo que los espacios naturales protegidos son una parte fundamental de las estrategias de conservación en el municipio de Santiago. Sin duda la preservación del parque “Cola de Caballo” es una prioridad para el municipio de Santiago.

 Nuestro guía e historiador, hizo hincapié en que cada vez más estudios señalan el importante papel que la naturaleza tiene en nuestro desarrollo personal y biológico. Se ha demostrado que la presencia de zonas verdes y el poder escuchar el canto de los pájaros en los barrios urbanos disminuye la incidencia de trastornos mentales leves, como la depresión, nos compartió. “Es imposible no sentir la grandeza de la naturaleza, no sentirse parte de un todo mucho mayor que nosotros. Y darse cuenta de que todo, absolutamente todo, está interconectado. “dijo rotundamente. Después prosiguió a invitarnos a cuidar nuestras reservas y parques naturales “Si no cuidamos nuestro mundo, van a desaparecer las buenas cosas”

Alrededor de nosotros veíamos grupos de familias, en especial niños corriendo en todo lugar, parejas de enamorados y grupos de amigos, así como nosotros.

Cómo sería Santiago si desapareciera el parque “Cola de Caballo”. Una realidad impensable para los nuevoleoneses que acostumbran ir a pasear y divertirse a este lugar turístico. Eulogio nos comentó que si no existiera este espacio sería fatal para el municipio, afectaría de manera catastrófica la economía, ya que Santiago es un municipio con giro turístico. También tendría fatales consecuencias en el comercio local, ya que personas de la comunidad, como fabricantes de artesanías, dependen del flujo de turistas para vender sus productos y mantenerse.

Mis amigos y yo observamos la variedad de actividades que se encontraban en el parque antes de llegar al mirador, como la tirolesa que cuenta con una distancia de 600 metros, un bungee con altura de 70 metros, además de juegos para los niños. Después de ver las opciones extremas que nos brindan decidimos seguir el recorrido montando cada quien, en caballo, era tan fuerte el sol, que hasta nos compramos unos sombreros.

Al fin llegamos al mirador después de tan largo recorrido. La cascada Cola del Caballo cuenta con veintisiete metros de altura, menos que la bungee, pero también es digno de admirar las vistas que nos da nuestro estado. La cascada se asemeja a una cola de un ejemplar caballo llamado “equino”, el agua tan cristalina que es de observarse desciende desde la Sierra Madre Oriental, algo sorprendente ver esta magnífica belleza que nos brinda la madre naturaleza.

Conforme fue avanzando el día se iba poniendo espléndido el sol para capturar algunas fotos grupales para el recuerdo, así que mi amiga Marian se vino preparada para la ocasión, sacó de su mochila un rebotador grande y una cámara profesional para obtener nuestros mejores ángulos y no quedarnos con las ganas de una sesión de fotos en nuestra visita.

Durante el camino de regreso de la cascada, algo mojados por el agua que arroja el viento, nos encontramos muy satisfechos con la espléndida experiencia que fue el estar parados frente a esta maravilla y no solamente eso, sino la gran cantidad de actividades que se pueden encontrar en el parque antes de llegar a la cascada, resulta parte de la misma experiencia fuera de la cascada en sí misma, que ya de por sí era suficiente para que la visita fuera más que satisfactoria.

El paisaje de regreso resultó muy bonito. Vimos el riachuelo por el que corre toda el agua que cae por la cascada. Es un ambiente muy fresco y satisfactorio porque recibimos más de lo que esperábamos al visitar este lugar debido a la cantidad de adultos y niños que se encontraban divirtiéndose en otras actividades presentes en el parque.

Ante tanta belleza de este paraje turístico e inmensa amabilidad de parte de todo el personal, le preguntamos al licenciado Montalvo cómo afectó la pandemia, a causa del Covid-19, en el turismo de Santiago y nos compartió: “El turismo fue un sector especialmente castigado por la pandemia, y aquí no fue la excepción. Quienes dependen directamente del turismo en la cascada, recibieron ayudas y donativos por

parte del municipio, por otro lado, fue un duro golpe a la economía municipal, ya que es una fuente de ingresos importante”.

Fue un viaje increíble que estaríamos dispuestos a volver a hacer y para finalizar decidimos viajar el resto del camino de regreso en una carreta, acarreada por un caballo, lo cual es algo que se puede hacer, es como una tradición del lugar y se siente muy divertido.

El licenciado nos dio dos datos curiosos del lugar – “Cientos de años atrás, antes de La Conquista, la cascada “Cola de Caballo” fue un refugio natural para el grupo de cazadores, pescadores y recolectores que merodeaban esta región.  Sus aguas también alimentaron la planta hidroeléctrica de la Fábrica El Porvenir en El Cercado, para el correcto funcionamiento de sus máquinas.”

Estar en estos paisajes concientizamos acerca de su preservación y su cuidado, puesto que es un magnífico lugar para conocer un fin de semana, en compañía de tu familia. Montalvo Salas externó que el preservar los patrimonios naturales y culturales es fundamental, una vez que estos, más allá de fomentar el turismo y reactivar la economía, son indispensables para la conservación de las memorias colectivas y para el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos que viven en ella. Recordemos que el patrimonio cultural y natural es la manifestación viva de la riqueza de los países y su mera existencia es una oportunidad de fortalecer la identidad de sus poblaciones que ven ahí el reflejo de su pasado, como inspiración para valorar el presente y construir el futuro, nos comentó emotivamente nuestro guía.

Concluyendo con nuestra travesía, todos cansados y maravillados por lo que la madre naturaleza nos puede regalar, despedimos afectuosamente a nuestro, ahora amigo, Eulogio Montalvo, quien tuvimos la dicha de conocer y aprender de él. No sabemos cuando vamos a regresar, sin embargo, aquel momento quedará por siempre en nuestras memorias y exhortamos a todos los amantes de aventuras, que se animen a visitar este sitio turístico, ubicado en Santiago, Nuevo León.

Escrito por:

Giovanna Nieto

Felisa Higuera

Estefanía Cruz

Leonardo Rodríguez

Marian Torres

Rafael Reynoso

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