Todo es posible, no te des por vencido
Por: Jovana Casas.
Dentro de la vida de cada persona existe gente que nos motiva a ser mejores día con día y a sacar lo mejor de ti, gente que te llena de inspiración en base a sus historias de superación, en mi caso esta persona es mi abuelo. Su nombre es Guadalupe Ramírez López un hombre alto y robusto de setenta y seis años de edad, carismático pero de carácter fuerte, manos grandes y gruesas que demuestran los años de trabajo duro, tez blanca como la nieve igual que sus lindas canas que esconde bajo su gorra y unos ojos color café que irradian felicidad.
El día está soleado, un clima muy agradable para estar en Nuevo León. Me siento en el sillón más grande que hay en la casa de mi abuelo mirando hacía la ventana por la cual se asoman las ramas de un árbol de papaya que tiene en su hermoso jardín, bueno ahora no está tan verde y hermoso como lo estaba hace algunos meses a causa de la helada del mes de febrero que secó muchas platas, mientras veo por la ventana llega mi abuelo listo y feliz para comenzar y se para al lado de mí.
¿Un cafecito mija? Dice mi abuelo antes de sentarse en la sala de su casa para comenzar con la entrevista que suena más como a una plática común entre los dos, con gusto acepto la taza de café y le sacó una gran sonrisa que deja al descubierto el ultimo diente que le queda. Pero bueno aquí les dejo un poco de su historia de superación mientras le doy unos pequeños sorbos a mi taza de café antes de que se enfríe.
Guadalupe López nació en San Francisco del Rincón, Guanajuato vivía en una casa humilde y muy pequeña junto a sus padres, abuela y sus 11 hermanos siendo él el mayor.
Las carencias siempre estuvieron a la vista, conforme su madre daba a luz a más hijos estas se iban haciendo cada vez más grandes y su padre por andar metido en sus vicios con el alcohol hacía caso omiso. Así fue como un niño de tan solo 8 años de edad se convirtió en el hombre de la casa, teniendo responsabilidades que a su edad no debería de tener.
A su corta edad veía un montón de posibilidades para salir adelante, cuenta que cuando miraba que en casa no había que comer. La panza “le rugía y el hambre es cabrona”. Así que buscaba alternativas para poder conseguir comida. Se levantaba muy temprano, agarraba una escopeta de balines que era de su padre y se iba a un lago en el cual había bandadas de patos. Llegaba a la orilla del lago, se acostaba boca abajo y esperaba a que los patos se mantuvieran quietos en el agua y cuando menos lo esperaban apretaba el gatillo y cazaba un par de ellos. Dejaba la escopeta de lado y se metía al lago nadando para tomar los patos que cazaba, los llevaba a casa para que su abuela hiciera un rico caldo y lo comía antes de irse a la escuela, mi abuelo estudió hasta cuarto de primaria.
Siempre buscaba la manera de llevar dinero a su casa pues conforme su madre daba a luz a más de sus hermanos la comida y el dinero se hacían cada vez más escasos.
Tenía tan sólo 12 años de edad cuando la verdadera aventura de su vida comenzó, junto a su hermana Lourdes, que es un par de años menor que él, se ponían a vender naranjas alrededor de la plaza del pueblo. Cada quien con sus canastas se iban por distinto camino para abarcar más espacio. “Recuerdo que un día por estar de distraído viendo un reportaje de la muerte de Pedro Infante en una tele que había en un local no acabé de vender mis naranjas entonces pensé que si llegaba a mi casa sin el dinero mi papá me iba a agarrar a cintarazos y decidí escaparme del pueblo” exclamó con un tono burlesco pero en su cara se nota algo de sufrimiento.
Pasó la noche en casa de un amigo, un señor de treinta y tantos años de edad, el cual le dio trabajo fabricando sombreros. Cuando el señor le pagó lo primero que mi abuelo hizo fue comprar un boleto de autobús con destino a Mérida, Yucatán.
A su corta edad empezó a trabajar en distintos hoteles haciendo el aseo, de esta manera comenzó a enviarle dinero a sus padres para la crianza de sus hermanos y la construcción de su hogar. Dentro de este trabajo duró un par de años para después recorrer varias partes de México llevando a cabo distintas actividades.
“Ya ni recuerdo todos los trabajos que tuve porque yo le hacía de todo con tal de tener dinero para mandar a Guanajuato” mencionó con un tono de felicidad y orgullo.
Llegó el momento de volver a la tierra que lo vio nacer, lleno de recuerdos tanto buenos como malos decidió a sus 19 años regresar a su natal Guanajuato para reencontrarse con su familia. Fue aquí cuando comenzó su pequeña carrera de boxeador la cual tan solo duró 2 años. “Dos años boxeando mija, por eso me quedé chimuelo” dijo entre carcajadas dejando a la vista el ultimo diente que le queda.
Durante el tiempo que vivió en Guanajuato se convirtió en vendedor ambulante de revistas y sombreros los cuales él se encargaba de fabricar.
A los 28 años decidió radicar en Monterrey, ciudad en la que actualmente sigue viviendo, y se convirtió en comerciante teniendo en su poder varios locales en el centro de la ciudad.
Fue a los 30 años cuando conoció al amor de su vida, su Rosita, con quien decidió vivir en unión libre. Ella lo apoyaba en todo lo que él se proponía, mientras mi abuelo se iba a diferentes estados para adquirir mercancía como ropa, relojes, cinturones, etc., ella se encargaba de los locales que tenían en la ciudad, juntos hacían un buen trabajo en equipo.
Conforme pasaba el tiempo su dinero se multiplicaba, de pasar de vivir en un tejaban llegó a tener varias propiedades dentro del Estado de Nuevo León y en Guanajuato. Tuvo en su poder distintos automóviles pero entre ellos destaca una camioneta Nissan la cual aún conserva en un muy buen estado pues tiene un valor sentimental muy grande para él ya que en ella vivió muchas experiencias a lo largo de su vida.
A pesar de no tener la necesidad siguió y siguió trabajando por gusto propio hasta llegar a los 70 años de edad debido a que su esposa Rosita enfermó y decidió cuidarla a tiempo completo dejando así sus locales en renta para seguir manteniéndose de ellos. Pocos años después el amor de su vida falleció.
Actualmente vive solo, le gusta tener visitas pues cada que llega alguien a casa cuenta miles de anécdotas que vivió en el transcurso de su vida, vive de esos buenos y malos momentos los cuales lo hicieron ser la persona que es hoy en día.
Cada año va a Guanajuato a visitar la tumba de sus difuntos padres y se hospeda en aquella casa que tanto esfuerzo le costó construir.
Para finalizar la entrevista le pedí unas palabras de despedida y mencionó lo siguiente: “Yo ya soy un viejito chimuelo pero que buenas cosas viví de joven, claro que viví cosas bien feas pero eso fue lo que me hizo sacar las uñas para aspirar a tener una mejor vida y no hablo solo de lo monetario que eso al fin de cuentas sale sobrando sino de las miles de anécdotas que viví en el camino porque son bastantes que esas después te las cuento porque a veces hasta se me olvidan. Ustedes jóvenes tienen mucha vida por delante, dejen que todo fluya y vivan, vivan al máximo y no se queden con las ganas de hacer nada, si tienen ganas de hacer algo ¡Adelante! ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Equivocarse? ¡Felicidades! que echando a perder se aprende, lo importante no son las veces que te caes sino las veces que levantas y persigas lo que quieres”.